Hay un emprendimiento que nadie ve: el que una mujer crea cuando la vida la arrincona
- MONICA RAYA
- hace 2 horas
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El emprendimiento de emergencia es un mecanismo de supervivencia. No inicia con un modelo de negocios, sino con una pregunta: “¿cómo salgo de esta semana?”. Frente a un contexto desigual, las mujeres desarrollan actividades productivas que permiten generar ingresos inmediatos, aunque sin acceso a herramientas básicas como asesoría contable, estructura fiscal o financiamiento formal. Sin embargo, estas actividades generan empleo, consumo local y estabilidad en sus comunidades, constituyendo un aporte económico silencioso y subestimado.
Los datos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía muestran la magnitud del fenómeno. Para el cuarto trimestre de 2024, el país registraba aproximadamente 6.8 millones de mujeres emprendedoras, sumando a las que trabajan por cuenta propia y a las empleadoras (INEGI, 2024a). De acuerdo con la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo, más del 22 % de las mujeres ocupadas laboran por cuenta propia, lo cual refleja su participación significativa en actividades económicas sin relación laboral formal (INEGI, 2024b). A su vez, alrededor de 1.6 millones de micro, pequeñas y medianas empresas pertenecen a mujeres, lo que representa cerca del 34 % del total nacional (INEGI, 2023).
Esta distribución evidencia tanto la fuerza del emprendimiento femenino como sus condiciones de vulnerabilidad, considerando que más de 55 % de la población ocupada se encuentra en informalidad, un entorno en el que las mujeres enfrentan riesgos laborales, fiscales y financieros (INEGI, 2024c).

Analizar este fenómeno desde una perspectiva de género implica reconocer que las mujeres no emprenden desde la misma línea de salida que los hombres. Las brechas de cuidado, la violencia económica, el limitado acceso al crédito, los estereotipos financieros y la menor participación en redes corporativas dificultan la consolidación de sus negocios. Para muchas, emprender significa cargar simultáneamente con tareas domésticas, obligaciones familiares y la gestión financiera del hogar. Además, sufren desventajas estructurales, como la falta de garantías para créditos, las exigencias documentales rígidas y los programas de apoyo diseñados bajo modelos de emprendimiento predominantemente masculinos o tecnocéntricos.
En este contexto, la formalización fiscal y contable cobra una relevancia mayor. Mientras el emprendimiento de emergencia suele iniciar sin estructura fiscal, sin RFC actualizado ni separación de cuentas personales y empresariales, la falta de orden puede transformarse en un problema significativo a mediano plazo. El desconocimiento del IVA, las obligaciones del Régimen Simplificado de Confianza o los requisitos de facturación incrementa el riesgo de sanciones, recargos o auditorías que pueden paralizar el negocio justo cuando comienza a crecer. Asimismo, la ausencia de registros contables dificulta el acceso al crédito bancario y a programas gubernamentales, pues la banca exige evidencia documental, cumplimiento fiscal y estados financieros básicos.
Desde una visión contable y fiscal, el acompañamiento adecuado no solo protege contra riesgos regulatorios, sino que también se convierte en una herramienta estratégica. Llevar estados financieros formales permite a la emprendedora analizar la rentabilidad, evaluar costos, estructurar precios y tomar decisiones informadas. En términos más amplios, la formalidad constituye una vía para la movilidad económica: abre puertas a crédito, financiamiento productivo, compras gubernamentales, contratos formales y alianzas comerciales que fortalecen el negocio y generan estabilidad familiar.

El emprendimiento de emergencia debe entenderse como un pilar económico y social. Estas actividades permiten que niñas y niños continúen en la escuela, sostienen tratamientos médicos, pagan rentas y generan empleo en sus comunidades. Aunque este aporte no siempre se registre en cuentas nacionales, representa un mecanismo de redistribución, cuidado y resistencia económica que el Estado utiliza sin reconocer plenamente. Por ello, es necesario un enfoque integral que incluya educación financiera con perspectiva de género, programas de formalización gradual, acompañamiento fiscal accesible y políticas públicas que reconozcan el papel decisivo de estas mujeres.
La realidad es clara: el país funciona gracias a ellas. Las mujeres que emprenden en emergencia no buscan reconocimiento; buscan sobrevivir. Sin embargo, sobreviviendo sostienen la economía. Su desafío no debería ser navegar un sistema fiscal hostil o una estructura crediticia excluyente. Su reto debería ser crecer, innovar y consolidar patrimonio. Para ello, el acceso a información contable clara, asesoría fiscal confiable y herramientas financieras equitativas no es un lujo, sino un derecho económico fundamental.
Reconocer el emprendimiento de emergencia no solo implica nombrarlo, sino también construir las condiciones para que deje de ser un acto de supervivencia y se convierta en una plataforma de desarrollo económico y autonomía para millones de mujeres mexicanas.
Referencias
(Se elaboran con base en los datos oficiales utilizados en el análisis.)
INEGI. (2023). Estadísticas sobre las micro, pequeñas y medianas empresas en México. Instituto Nacional de Estadística y Geografía.
INEGI. (2024a). Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE), cuarto trimestre 2024. Instituto Nacional de Estadística y Geografía.
INEGI. (2024b). Mujeres en la fuerza laboral: indicadores de ocupación y empleo. Instituto Nacional de Estadística y Geografía.
INEGI. (2024c). Indicadores de informalidad laboral en México. Instituto Nacional de Estadística y Geografía.




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