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Materialidad y Veracidad: el nuevo estándar fiscal para prestadores de servicios en México

  • Foto del escritor: MONICA RAYA
    MONICA RAYA
  • 20 oct
  • 4 Min. de lectura

La relación entre prestadores de servicios y la autoridad fiscal en México entró en una etapa de madurez forzada. Con la reforma al Código Fiscal de la Federación, la narrativa de “emití factura, tengo contrato, ya estoy cubierto” dejó de ser suficiente. Hoy, la materialidad y la veracidad de las operaciones se convirtieron en el nuevo campo de batalla tributaria.

En términos sencillos: si no puedes demostrar que el servicio que facturaste ocurrió realmente, la factura pierde validez fiscal. No importa lo impecable que sea tu contabilidad; sin evidencia tangible, la autoridad puede desconocer la operación.


Un cambio estructural, no cosmético


Este cambio no es meramente administrativo: reconfigura la lógica de cumplimiento fiscal. Antes, el enfoque era documental —tener papeles ordenados—. Ahora es probatorio —demostrar hechos reales—.

La autoridad ya no sólo revisa si existe un CFDI, un contrato y un comprobante de pago. Analiza si existe una historia verificable detrás: fechas, personas, entregables, objetivos, trazabilidad operativa y lógica económica.

Esto implica que los prestadores de servicios —consultores, capacitadores, despachos contables, asesores jurídicos, técnicos, creativos, médicos, arquitectos y profesionistas independientes— deben profesionalizar su estructura de documentación y control, no por formalismo, sino por supervivencia fiscal.

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¿Qué significa “materialidad” en la práctica diaria?


La materialidad no es un término poético del Derecho Fiscal: es la capacidad de probar, con evidencia objetiva, que lo que se facturó se realizó.

La veracidad y sustancia económica significa que la operación tiene sentido lógico, económico y operativo: no se trata de un acto simulado, ni de una transacción sin propósito real.

Por ejemplo, si facturaste asesorías, la autoridad quiere ver qué hiciste, cuándo lo hiciste, cómo lo hiciste y con qué evidencia puedes probarlo.

Algunos elementos típicos que fortalecen la materialidad de un servicio incluyen:

  • Correos electrónicos que documenten las sesiones, entregas y avances.

  • Contratos bien redactados con objeto, alcance y fechas.

  • Entregables digitales (reportes, presentaciones, manuales, actas, informes técnicos).

  • Bitácoras de trabajo, agendas de reuniones y minutas firmadas.

  • Evidencia gráfica o audiovisual del servicio prestado (grabaciones, fotos, capturas).

  • Cartas de conformidad o acuses de recibido firmados por el cliente.

La lógica es simple: si no puedes contar la historia de tu servicio a través de documentos verificables, fiscalmente esa historia no existe.


La operación como narrativa probatoria


Cada operación debe tener una línea de tiempo clara y consistente. No se trata de acumular papeles, sino de construir una narrativa documentada. Una factura sin contexto es como un libro sin capítulos: fácil de cuestionar, difícil de defender.

Imagina un servicio de capacitación:

  • Inicio: contrato firmado, propuesta técnica, calendario de sesiones.

  • Ejecución: listas de asistencia, presentaciones, grabaciones, minutas de seguimiento.

  • Cierre: informe de resultados, carta de conformidad, comprobante de pago.

Si mañana llega una auditoría, esa estructura narrativa se convierte en tu mejor defensa.


Las consecuencias de no acreditar materialidad


La autoridad tiene ahora facultades reforzadas para valorar la veracidad de las operaciones. Si considera que no existe evidencia suficiente, puede:

  • Desconocer deducciones y no permitir la acreditación de IVA.

  • Determinar créditos fiscales por operaciones inexistentes.

  • Clasificar la operación como simulada, con posibles repercusiones penales.

  • Iniciar auditorías extensas a proveedores, clientes y cadenas de suministro.

Esto significa que un simple descuido documental puede convertirse en un problema fiscal de grandes proporciones, incluso si el servicio se prestó en la realidad.


Blindaje estratégico para prestadores de servicios


Frente a este escenario, la estrategia no es complicar tu operación, sino diseñar un sistema simple, funcional y sólido de evidencia preventiva.

Algunos pasos clave para robustecer tu posición frente a la autoridad son:

  • Estandarizar tus contratos y plantillas: deben describir claramente qué harás, cuándo, cómo y para qué.

  • Digitalizar tus procesos de seguimiento: usa correos, plataformas de gestión de proyectos, minutas digitales y almacenamiento en la nube.

  • Formalizar la entrega de resultados: no cierres un servicio sin un documento que acredite aceptación o conformidad.

  • Resguardar evidencia operativa: guarda registros durante al menos cinco años, en orden cronológico y por proyecto.

  • Capacitar a tu equipo (si lo tienes) en cultura documental preventiva.

Este blindaje no es burocracia: es un escudo fiscal.


De obligación a ventaja competitiva


Paradójicamente, esta nueva exigencia fiscal puede convertirse en un factor de diferenciación competitiva. Los prestadores de servicios que documenten bien su operación no sólo están mejor protegidos fiscalmente, sino que también generan mayor confianza con sus clientes, porque pueden probar de forma clara el valor que entregan.

Además, contar con evidencia sólida fortalece negociaciones, mejora la trazabilidad interna, facilita el acceso a financiamiento y reduce riesgos legales.


Conclusión


La era de las facturas sin sustancia llegó a su fin. Para los prestadores de servicios, la defensa fiscal ya no se construye en la declaración, sino en la evidencia. Cada correo, cada minuta, cada foto y cada firma cuentan.

Lo que antes era “opcional” hoy es obligatorio. Y lo que hoy parece una carga, mañana puede ser la diferencia entre una revisión sin consecuencias o una pesadilla fiscal. Documentar no es desconfiar: es anticiparse.

La materialidad y la veracidad son, en esta nueva era, la verdadera columna vertebral de la seguridad fiscal.

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